miércoles, 31 de diciembre de 2014

Sobre el aspecto visual y espacial



“La Compañía” sigue un modelo de producción inteligente que condiciona el uso de cada material de forma rigurosa; esta obra nos interesa además de todo lo anteriormente expuesto por ser un texto de una dramaturga mexicana contemporánea. La puesta en escena ha privilegiado  la presencia del actor como elemento central e imprescindible del espectáculo.
En cuanto al aspecto espacial, “Lluvia de Sombras”, al ser una obra minimalista, dúctil y dinámica, tiene la capacidad de adaptarse a cualquier espacio cerrado.  Unas cajas de cartón, un bote de pintura, y varias bolsas negras de basura nos hablan de un aquí y un ahora, un exterior y un interior, un afuera y un adentro, un misterio y una develación.
Un hielo y un picahielos  son elementos mínimos indispensables tanto para evitar la putrefacción como para lavar culpas.

El trazo de la puesta en escena es preciso, breve pero con una carga de intensidad que nos remite a un golpe tras golpe. 

martes, 30 de diciembre de 2014

Místérico Rito.




Cuando el motor de la sensualidad es la violencia desbordada que sacude el espíritu y los sentidos, que edifica altares, la lujuria se convierte en misterio y rito. “Lluvia de Sombras", pasión de un hombre que quiso ser Dios.



domingo, 28 de diciembre de 2014

APUNTE PARA UNA INTERPRETACIÓN METAFÓRICO-FILOSÓFICA-SEGUNDA PARTE.- Juan Manuel López Martínez.


La imagen del hombre es una pura reafirmación frustrada del propio ego, pero éste último es el de ellas. Él, frente a cada una, se tornará en esa fuerza dramática cohesionada, torrencial e indivisible, la sola necesidad de articulación yoica que, a mayor intensidad, mayor frustración. La sustancia divina nos arrebata ese ego, para más ser nosotros. Canta Novalis:

Apuran presurosas las líquidas ondas
Se oye el fragor del tirso encendido
De pronto arde sangre en sus labios
y una cruz en sus manos.


La llaga donde se solaza el dedo, finalmente, no es sino el hecho religioso. Hay que comprender la necesidad de sangre para alcanzar la instauración de uno mismo, eliminando al dos, al todo si fuere necesario. Una y otra vez, cada domingo o anualmente. Sí matar a Dios es nuestra salvación, es porque creemos que sólo así aparece nuestro verdadero yo. Y Dios nace y renace para ser sacrificado nuevamente, desmembrado o crucificado. Más, así mismo, para efectuar el milagro de la transparencia del ego, en el que el éxtasis, catártico o epóptico en Eleusis, nos permite ver nuestra propia humanidad, nuestra muerte y, con ellas, la unificación del todo, Uno.
Otto nos habla de un hecho sorprendente: “Por muy extraño que parezca, las máscaras de Dioniso constituían verdaderas imágenes del dios”.[1] Es decir que, si bien duplicado en sus renacimientos, también ha sido el dios unificado en su propia y ceñida presencia, más que en sus representaciones. La significación de este acto en su “avasalladora inmediatez”, “el milagro de presencia vertiginosa e inevitable es la que debía dar sentido a la máscara”, “la máscara que es en sí encuentro, nada más que frente, no tiene envés”. Afirma Otto: “La aparición de Dioniso está ligada al enigma insondable de la duplicidad y la contradicción. Le hace interrumpir violentamente, inevitablemente, en el presente, al tiempo que lo desplaza  hacia una infinita lejanía. Aterra por su proximidad que sin embargo es distancia. Los misterios últimos del ser y el no ser observan al hombre con ojos monstruosos.” La naturaleza pide morir y que muramos, somos víctimas y sacrificadores, si pertenecemos al mundo mortal, sacrificar a Dios es otorgar la vida nuevamente.
El acto sacrificial es, para ambas, para María y para Magdalena, la recuperación de su más originaria y profunda identidad.      



[1] Otto, Op, cit, p. 69 y ss.

lunes, 22 de diciembre de 2014

APUNTE PARA UNA INTERPRETACIÓN METAFÓRICO-FILOSÓFICA- Juan Manuel López Martínez.


El poder inmanente que se enfrenta a la realidad misma es la situación originaria, sin escrúpulos, o bien, esta situación es ella misma frente a sí, porque la dualidad, al contrario de lo Uno se desprende de sí como el puñado de tierra que a todos nos ha heredado Sísifo, se desentierra, como las cuentas sin comienzo del rosario de Magdalena: de dos en dos, las de ella y las de María.
Habiendo ya resquebrajado al Uno, impera el dos. La igualdad es diferente de la diferencia, pero idéntica a sí misma: “María es vestal y sacerdotisa, Magdalena es juzgada y juzga”, reza la sinopsis de la carpeta con la que se presenta la obra. El hecho teatral, por sí mismo es un oscilar entre la apariencia y la realidad, es uno para, dos si surge en el espectador, uno y dos para del dramaturgo. Es siempre agonal, binario. Porque aquí la realidad se enmascara con la realidad, como certeramente afirma Vattimo, en el caso de la tragedia: “El discurso sobre la génesis y el significado de la tragedia nos muestra que, de hecho, la liberación realizada por el arte no es tanto un liberarse de lo dionisíaco como liberar lo dionisíaco. En la tragedia es justamente el mundo de las apariencias definidas lo que es trastornado y puesto en crisis a todos los niveles, y sólo el hombre devenido Sátiro, conquista la posibilidad de producir libremente apariencias no condicionadas por el temor ni encaminadas a la conquista de la seguridad”.1 En el mismo tono en el que afinara Nietzsche, Vattimo continúa diciendo: “El arte y la religión, no son del todo medios de desenmascaramiento de la realidad verdadera, sino “máscaras”, ilusiones y ficciones también ellas”.2 Y es justamente el auténtico carácter dúplice de Dioniso, el dios del teatro, su renacer uno, doble y múltiple que lo afirma en sí mismo, su locura divina, su embriaguez alcohólica, su don de mando, absoluto para las mujeres, que obliga a integrar la realidad y la ficción en un solo nivel y lo hace naturalmente, como si sus dominios brotaran de una realidad más real, en sus fiestas rituales, en las que se le adoraba en la obtención del estado catártico, en el teatro, el epopto en Eleusis y el vino.
1 Gianni Vattimo, El sujeto y la máscara. Nietzsche y el problema de la liberación. Península, Barcelona, 2003, p. 65-66.
2 Ibidem.
1
Sobre las dualidades dionisíacas, dice Otto: “El rostro con los ojos que observan ha sido percibido desde siempre como la apariencia propia de los seres con forma humana y animal. Esta aparición se conserva en la máscara con tanta más eficacia por cuanto no deja de ser mera superficialidad. Por ello constituye el símbolo más poderoso de la presencia”.3
María y Magdalena, cual dos bacantes furibundas, caen en el hondo abismo divino de sus alucinaciones verdaderas y destrozan al impío Jefté con una fuerza y una ceguera sobrehumanas. Canta Eurípides: “Entonces, desde lo profundo del cielo una voz – al parecer de Dioniso – dio un grito: ‘¡Ah, jóvenes mujeres, os traigo al que intenta burlarse de vosotras y de mis ritos! ¡Castigadle ahora en venganza!’ y al tener la madre al hijo frente a frente, suplicante: “¡Soy yo madre mía, yo, tu hijo Penteo, al que diste a luz en la morada de Equión! ¡Ten piedad de mí, y no vayas a matar, por culpa de mis errores, a tu propio hijo!”, “Pero ella echaba espuma de la boca y revolvía sus pupilas en pleno desvarío, sin pensar lo que hay que pensar. Estaba poseída por Baco, y no atendía a Penteo. Cogiendo con dos manos el brazo izquierdo, y apoyando el pie en los costados del desgraciado, le desgarró y arrancó el hombro, no con su fuerza propia, sino porque el dios le había dado destreza en sus manos”.4 Las demás bacantes llevan a cabo el sparagmós o descuartizamiento ritual, al que le seguía el banquete u omophagía en el que se devoraba cruda la carne de las víctimas, que posiblemente, en tiempos remotos fueran niños, pero que para Eurípides ya la tradición habla del ritual incluyendo cachorros de león, cervatillos o liebres.
Las dos carátulas teatrales escinden al espectador en la catarsis y lo unifican en la escena, donde dúplice y pluralizado se encontrará finalmente Uno en su extravío, pues se intensifica la ilusión del “yo fenomenal”, que Kant describe así: “La identidad de la consciencia de mí mismo en diferentes tiempos no es más que una condición formal de mis pensamientos y de su encadenamiento y no prueba del todo la identidad numérica de mi sujeto, el cual, a pesar de la identidad lógica del yo, puede muy bien producirse un cambio tal que no permite conservar la identidad, aunque permita continuar darle siempre el título homónimo de yo”.5
La pócima teatral puede tener la virtud, de que, en aras de la autodesidentificación del público – y en verdad no es otro el intercambio de papeles
3 Walter F. Otto, Dioniso. Mito y culto, Siruela, Madrid, 1997, p. 70. 4 Eurípides, Bacantes, 1080.
5 Kant, Critica de la razón pura, A 363.
2

logrado en el clímax de la obra -, sea necesario fundir a María y a Magdalena, para confundirlas. El sacrificio que se lleva a cabo, en efecto, es un acto ritual más, para disminuir el despojamiento de la contención y del autosometimiento. El hecho de que sólo una de ellas lo realice, presupone la omnipresencia de la pluma que lo concibió, en tanto la otra lo planea y atesora. 

sábado, 20 de diciembre de 2014

Comentarios del Público


ALMA MENDOZA- Filosofía y Letras UNAM-

El sábado 25 de octubre asistí a la Sala " Alejandro Cessar Rendón", en el Centro Cultural Mixcoatl a ver la Obra de Teatro: "Lluvia de Sombras" de Bea Cármina. Obra que me hizo girar y girar despertando en mí diversas emociones y reflexiones, les comparto una de éstas:

¿Qué decir del tiempo circular? Desde que las civilizaciones comenzaron a observar el cielo descubrieron la regularidad con la cual las estrellas se agolpaban en constelaciones. Algunos fascinados por la complicidad de los astros con la tierra, elaboraron mitos para explicar, por ejemplo, la invención del maíz. Otros, en otras regiones y tiempos, dieron creación a tragedias que explicaban la circularidad del tiempo en su aspecto más atroz: la imposibilidad de salir del círculo. Después de ello no pudimos desprendernos de la conjunción tragedia y circularidad.

“Lluvia de sombras” , obra escrita por Bea Carmina, nos recuerda que esta circularidad lejos de lo que algunos piensan, puede existir sí y solamente sí cambian las circunstancias en cada vuelta de tuerca. Este hecho, definitivamente no elimina lo trágico del tiempo que nos apresa bajo su condena circular, pero nos invita a pensar a la luz de nuevas circunstancias ese aspecto de nosotros que permanece oculto : las sombras. ¿Qué habita las sombras? Aquél placer que describe Guy de Maupassant en “Un fou” nos recuerda mucho la respuesta que podemos encontrar en esta obra. Pero quizá esta coincidencia no sea más que parte del efecto  de la temporalidad cíclica, que inaugura esta obra; una vez que te conviertes en iniciado no queda más que aceptar que al final todo comenzó ya con Eva, o con Lilith y volverá a empezar con la sombra, la luz, la sangre, la lluvia, la pregunta, sí, quizá con una pregunta: ¿Qué decir del tiempo circular? Solamente queda asistir al rito, al escenario, a la obra. ¡En hora buena Carmina!



viernes, 19 de diciembre de 2014

Razón de ser


En tiempos donde lo establecido es el orden natural de las cosas; donde seres marginados, hundidos, a punto de ser tragados por el pantano inmisericorde y por sobre sus cabezas caminan los privilegiados, orgullosos de su haber y tener, surge Lluvia de Sombras.

Lluvia de Sombras, es un hurgar en las posibles razones que, como peste, contaminan de violencia intrafamiliar y social a nuestro país. Es un penetrar por los intersticios de un resquebrajamiento del individuo que vomita su frustración, su desamparo, su necesidad de existir y ser tomado en cuenta, nulificando o manipulando sus caretas para erguirse como amo y señor de otros miserables, ganándose el respeto por su crueldad, su barbarie, su poder corruptor. Es un desollar de piel y caretas que engañan y desengañan, tanto a sí mismo como al otro, ocultando al que
subyace y se aferra en nuestro interior.

Lluvia de Sombras, indispensable en nuestro México actual.

Sinopsis


Lluvia de sombras, de Bea Cármina, recrea el momento climático de una historia que entremezcla contrabando, deudas familiares y una amenaza de muerte que puede materializarse en cualquier momento. La obra no está exenta de amor-violencia, de ritos sagrados en donde Jefté, el hombre, se sueña Dios dador de vida y muerte, en donde María es Vestal y Sacerdotisa. En contraparte se encuentra Magdalena, quien es juzgada y juzga, quien se declara inocente y casta pero su redención se encuentra en un submundo carnal y lúbrico.

Obra en un acto.