¿Son las palabras las que
imponen las intenciones? ¿Son las intenciones las que decretan las palabras?
¿De dónde salen esos actos que rebasan palabras o intenciones, que violentan,
que ritualizan, que son Thánatos motivado por Eros, que es Eros traducido a Thánatos?
¿De la inconsciencia, de la irreflexión, en Jefté? ¿Del capricho, de un impromptus de exasperación, de una exarcebación corporal que rige la voluntad anímica?
¿Y en María? ¿Serán acaso
las sombras del pasado que como tormenta eléctrica incendian, que como tsunami
arrasan, que como huracán remueven, arrancan, lanzan a los aires apegos,
orfandades tratando de limpiar el cochambre de otros que se ha adherido a su
piel, que se ha aglutinado en su corazón y que carcome su mente y entrañas?
¿Y en Magdalena, son
celos traducidos en culpas? O ¿vienen de ese principio de la humanidad bíblica
en donde un dios del testamento antiguo mandata destruir ciudades y pueblos que
no le rinden tributo, en donde ordena no dejar piedra sobre piedra, ni
ancianos, ni mujeres, ni niños nacidos o nonatos?



Si a este firmamento macilento
le añadimos las obras de arte religioso, pinturas, esculturas, música,
poemas, grabados, escritos que extasían los sentidos, que hacen
aflorar las emociones y con todas éstas adornamos la tal tierra ofrendada para
el deleite estético de los favorecidos, tal vez escojamos vivir en el arrebato
místico de la Magdalena que se nos devela como “Arca de la Alianza”, como “Puerta
del Cielo”, como “Estrella de la Mañana”, como “Salud de los Enfermos””, como
Custodia -Recipiente consagrado en el que se aloja el cuerpo
consagrado-.
Y si continuamos bajo esta lógica, ¿en qué se transforma el cuerpo de Jefté? Definitivamente en el Caliz, en la copa rebosante a la que hay que perforar y al cual abrir una ancha boca para poder beber la sangre de ese demonio que al derramarse y ser ofrendada en altares se transmuta en un Cristo redimido.
Y si continuamos bajo esta lógica, ¿en qué se transforma el cuerpo de Jefté? Definitivamente en el Caliz, en la copa rebosante a la que hay que perforar y al cual abrir una ancha boca para poder beber la sangre de ese demonio que al derramarse y ser ofrendada en altares se transmuta en un Cristo redimido.

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