"Lluvia de
Sombras", va generando diferentes emociones en el público. Al
inicio, una amenaza de muerte crea suspenso. Más adelante, en el transcurso de la obra, la revelación de un secreto causa en primer lugar asombro,
luego conmiseración hacia uno de
los personajes. Y cuando se conoce la verdadera razón por la cual se le hizo la
invitación a ese otro, el asombro impacta en angustia que va creciendo hasta llegar
al horror. La llegada de un tercer personaje y el peligro de muerte que
representa, deja sin aliento y a la expectativa
al público asistente y, los sucesos que se desarrollan durante esa
escena van acusando diferentes emociones: indignación, ira, desprecio, identificación o repulsa. Cuando
un erotismo desbordado alcanza la cúspide, la excitación vibra y hace vibrar a la sala provocando la
ambivalencia entre el deseo y el
rechazo a ese deseo. Pero el descubrimiento de las acciones
de esos monstruos que tenemos ante nosotros, producen descargas nerviosas que
no se detienen hasta alcanzar el frenesí. Una acción inesperada y fortísima
conlleva sensaciones encontradas de aversión, de alivio, de liberación hacia el hecho consumado. Llega
entonces una pausa indispensable en la que este torbellino de pasiones que
fluye como río, provoca la catarsis
seguida de un sentimiento de estupefacción.
Es en el momento en el que la historia da una vuelta de tuerca
totalmente inesperada, pero necesaria, para finalizar retomando ese
tiempo circular del principio del mundo, que deja a cada espectador en una
encrucijada en donde la exaltación provocada por las emociones vividas en esos
50 minutos, abren puertas interiores develando algunos de los rincones más
oscuros del ser humano, de los que bien podemos huir o permitir el paso a diferentes
reflexiones.
Se puede salir de la
sala del Foro Shakespeare exhausto, escandalizado, aterrorizado, indignado o
admirado, pero nunca indiferente.
Quién ve "Lluvia
de Sombras" no podrá ser el mismo antes de verla que después de haberla
visto.
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