domingo, 11 de enero de 2015

¿Somos nosotros nuestros propios monstruos?



"Lluvia de Sombras",  va generando diferentes emociones en el público. Al inicio,  una amenaza de muerte crea suspenso. Más adelante, en el transcurso de la obra, la revelación de un secreto causa en primer lugar asombro, luego conmiseración hacia uno de los personajes. Y cuando se conoce la verdadera razón por la cual se le hizo la invitación a ese otro, el asombro impacta en angustia que va creciendo hasta llegar al horror. La llegada de un tercer personaje y el peligro de muerte que representa, deja sin aliento y a la expectativa al público asistente y, los sucesos que se desarrollan durante esa escena van acusando diferentes emociones: indignación, ira, desprecio, identificación o repulsa.  Cuando un erotismo desbordado alcanza la cúspide, la excitación vibra y hace vibrar a la sala provocando la ambivalencia entre el deseo y el rechazo a ese deseo.  Pero el descubrimiento de las acciones de esos monstruos que tenemos ante nosotros, producen descargas nerviosas que no se detienen hasta alcanzar el frenesí. Una acción inesperada y fortísima  conlleva sensaciones encontradas de aversión, de alivio, de liberación hacia el hecho consumado. Llega entonces una pausa indispensable en la que este torbellino de pasiones que fluye como río, provoca la catarsis seguida de un sentimiento de estupefacción. Es en el momento en el que la historia da una vuelta de tuerca totalmente inesperada, pero necesaria, para finalizar  retomando ese tiempo circular del principio del mundo, que deja a cada espectador en una encrucijada en donde la exaltación provocada por las emociones vividas en esos 50 minutos, abren puertas interiores develando algunos de los rincones más oscuros del ser humano, de los que bien podemos huir o permitir el paso a diferentes reflexiones.  
Se puede salir de la sala del Foro Shakespeare exhausto, escandalizado, aterrorizado, indignado o admirado, pero nunca indiferente. 

Quién ve "Lluvia de Sombras" no podrá ser el mismo antes de verla que después de haberla visto.

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